Las elecciones andaluzas dan aire al bipartidismo

En las calles querían un cambio, y en las urnas cambiaron de idea

Se suponía que estábamos a las puertas del fin del bipartidismo acaparador que ha reinado en España desde 1982 (cuando PP y PSOE se consolidaron como los dos principales partidos, dejando de lado a la ya desaparecida UCD de Adolfo Suárez). Que la crisis española, los escándalos de corrupción, las promesas no cumplidas y el juego de tronos de “ahora gobierno yo, ahora gobiernas tu” iba a debilitar a los grandes. Al final quizás sólo fueron eso, suposiciones.

El electorado español siempre se ha caracterizado por castigar duramente a los partidos mediante la crítica fácil, el enfado desde el sofá, a veces desde la calle, para luego transformarlo en forma de voto de confianza después de haber escuchado los cantos de sirena durante todo un año de precampaña. Es aquella famosa frase de “ya verás cómo volverán a ganar, la gente no tiene memoria”. Así es, incluso en los tiempos más difíciles y en los que más se han cuestionado los partidos tradicionales, los números se han movido bien poco.

Es cierto que el mapa electoral español ha cambiado notablemente. Se ha pasado de un oligopolio de escaños repartidos entre pocos, a un Congreso mucho más heterogéneo. La irrupción de nuevas fuerzas minoritarias ha dado la oportunidad a que muchos ciudadanos se sientan identificados por primera vez con un partido político. Pero no es nada fácil mantenerse fuerte en este sistema parlamentario, con una Ley D’Hont que favorece a los dos mayoritarios y con una política basada en el miedo, más que en la confianza.

Las campañas electorales han cambiado el “voy a hacer, voy a prometer” por el “si no me votáis a mí, van a volver ellos”, y saben muy bien porqué lo están haciendo. Es esta la duda que tanto corroe el interior del electorado a la hora de votar, que le hace devolver el papelito de ese nuevo partido que lo ilusionaba y decantarse por uno de los de siempre, por aquello de “es que no los va a votar nadie, así que mejor elijo a estos, porque si no volverán los otros”. Y así llevamos 38 años.

A pesar de este inmovilismo difícil de romper, se empieza a deslumbrar un atrevimiento en la apuesta por una renovación política con caras y signos nuevos, y es en las elecciones andaluzas dónde se ha visto tímidamente este cambio.

Si bien es cierto que PSOE y PP (con 47 y 33 escaños respectivamente) se han consolidado, una vez más, como primera y segunda fuerza, y a una distancia generosa del tercer partido más votado (Podemos, con 15), tampoco han salido reforzados, es más, los populares han sido los más perjudicados con una importantísima pérdida de 17, sólo por delante de los 7 que ha dejado escapar Izquierda  Unida.

Todos estos votos perdidos, o no sumados (en el caso de PSOE, el cual se ha mantenido) tienen sus correspondientes siglas: Podemos y Ciudadanos. Estas dos formaciones que, alimentadas por un descontento general de la política tradicional, pueden tener la clave para empezar a dar un vuelco al sistema electoral español y lograr consolidarse de ahora en adelante.

Esto ha sido sólo la antesala, el café antes del gran banquete que se llevará a cabo en las elecciones generales. Mientras tanto, vayamos preparando la mesa para las municipales del 24 de mayo, que esta vez habrá más invitados de lo previsto.

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Articolo pubblicato il 29/03/2015